jueves, 3 de junio de 2010

Israel, cabeza de turco

En general, las posiciones en cuanto al conflicto palestino-israelí parecen estar claras no sin cierto maniqueísmo: la izquierda se arroga la defensa de los derechos humanos de los pobres palestinos sojuzgados y la derecha la defensa a la existencia del pueblo de Israel y al control de la zona.

Vayamos por partes.

Israel, es la única sociedad en oriente medio organizada de un modo democrático, donde se respeta la legalidad aunque cometen errores insistentemente. La sociedad israelí está sometida a una presión continua, vive en un avispero, en una tierra yerma y áspera, en continuo conflicto con sus vecinos para compartir y convivir en el mismo territorio. Además, no olvidemos que fueron las potencias occidentales, tras la segunda guerra mundial, las que propiciaron el traslado de los millones de judíos que vivían en la diáspora a su tierra de origen.

Los Territorios Palestinos y el resto de países vecinos, tienen el mismo derecho a vivir y compartir esas tierras. Hay choques religiosos, políticos e ideológicos entre unos y otros por hacer prevalecer su modo de organización social: democracia occidental versus teocracia islámica.

Evidentemente, es un conflicto armado en el que las grandes potencias mundiales participan activamente de uno u otro lado dando salida a su ingente producción armamentística. La rentabilidad económica del conflicto prevalece sobre la defensa de los derechos humanos de unos y otros.

Inevitablemente las víctimas son siempre los más débiles: la población. Los palestinos, utilizados como carne de cañón por los grupos armados que pretenden darles la libertad y los israelíes continuamente amenazados por tierra, mar y aire ya sea por miles de cohetes y masacres por hombres-bomba y que para defenderse no dudan en masacrar también al contrario.

La solución al conflicto es ¿de derechas, de izquierdas o de sentido común?

¿Acaso las potencias que controlan el Consejo Permanente de las Naciones Unidas no pueden imponer un Protectorado en Jerusalén (donde puedan convivir ciudadanos de todas las tendencias religiosas posibles) y una división clara del territorio en dos países: Palestina-Israel?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La flotilla de Gaza y los límites de la fuerza
Amos Oz es escritor israelí,premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007.

Durante 2.000 años los judíos conocieron el poder de la fuerza exclusivamente en forma de azotes sobre sus espaldas. Desde hace varios decenios, también nosotros somos capaces de emplear la fuerza. Pero ese poder, una y otra vez, nos ha emborrachado. Una y otra vez, pensamos que podemos resolver cualquier problema con el que nos encontramos mediante la fuerza. Si tienes un gran martillo, dice el proverbio, todo te parece un clavo.

En el periodo anterior a la fundación del Estado, una gran parte de la población judía en Palestina no entendía los límites de la fuerza y pensaba que podía emplearse para conseguir cualquier objetivo. Por fortuna, durante los primeros años de Israel, líderes como David Ben-Gurion y Levi Esh-kol supieron muy bien que la fuerza tiene sus límites y tuvieron cuidado de no sobrepasarlos. Sin embargo, desde la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel vive obsesionado con la fuerza militar. El lema es: lo que no puede hacerse por la fuerza puede hacerse utilizando una fuerza aún mayor.

El sitio al que tiene sometido Israel a la franja de Gaza es una de las repugnantes consecuencias de esta opinión. Se apoya en la idea equivocada de que es posible derrotar a Hamás con las armas o, más en general, de que se puede aplastar el problema palestino, en vez de resolverlo.

Pero Hamás no es solo una organización terrorista. Es una idea desesperada y fanática que surgió de la desolación y la frustración de muchos palestinos. Y nunca se ha derrotado ninguna idea por la fuerza; ni sitiándola ni bombardeándola, ni aplastándola con carros de combate, ni con una incursión de comandos. Para derrotar una idea hay que ofrecer otra mejor, más atractiva y aceptable.

La única forma que tiene Israel de acabar con Hamás es llegar rápidamente a un acuerdo con los palestinos sobre el establecimiento de un Estado independiente en Cisjordania y la franja de Gaza según las fronteras de 1967, con capital en Jerusalén Este. Israel debe firmar un tratado de paz con Mahmud Abbas y su Gobierno para reducir el conflicto palestino-israelí a un conflicto entre Israel y la franja de Gaza.

Este último conflicto, al final, solo podrá resolverse negociando con Hamás o, cosa más razonable, mediante la integración del movimiento Al Fatah de Abbas con Hamás. Incluso aunque Israel capture otros 100 barcos mientras se dirigen a Gaza, aunque envíe tropas de ocupación a la franja en otras cien ocasiones, por más veces que despliegue su ejército, su policía y sus servicios secretos, así no puede arreglar el problema. El problema es que ni nosotros estamos solos en esta tierra ni los palestinos están solos en esta tierra. Ni nosotros estamos solos en Jerusalén ni los palestinos están solos en Jerusalén. Mientras los israelíes y los palestinos no reconozcamos las consecuencias lógicas de este sencillo dato, viviremos todos en un estado de sitio permanente; Gaza bajo el asedio israelí e Israel bajo el asedio árabe e internacional.

No ignoro la importancia de la fuerza. El poder militar es vital para Israel. Sin él no podríamos sobrevivir ni un solo día. ¡Ay del país que no tenga en cuenta la eficacia de la fuerza! Pero no podemos permitirnos el lujo de olvidarnos, ni siquiera un instante, de que la fuerza es eficaz solo como medida preventiva, para evitar la destrucción y conquista de Israel, para proteger nuestras vidas y nuestra libertad. Cualquier intento de emplear la fuerza no como un medio preventivo, en defensa propia, sino como forma de aplastar los problemas y las ideas, genera más desastres, como el que acabamos de causarnos nosotros mismos en aguas internacionales, en alta mar, frente a las costas de Gaza.

Anónimo dijo...

Algo bueno
MARUJA TORRES, es escritora española que conoce de primera mano el conflicto por haber vivido muchos años en la zona.

Si algo bueno tengo en los malos tiempos es que precisamente por su maldad intento rescatar el lado positivo de lo que ocurre. Es el optimismo de la voluntad, mucho más inteligente -y válido-, me parece, que el antropológico. Estos días de desolación ante la última tropelía del ardor guerrero israelí nos dejan unas pocas pero luminosas lecciones. En primer lugar, que en momentos en los que todo alrededor rezuma preocupaciones económicas -la mayoría, desde luego, muy fundadas-, y en que el mundo parece ensimismarse en la contemplación de su bolsillo, casi 700 personas emprendieron una gesta heroica para llamar la atención sobre el horror al que Israel tiene sometida a la franja de Gaza. Esas personas de diferentes países y con diferentes pedigrís, sin duda no siempre de acuerdo en muchas cosas, se unieron por una causa justa y zarparon, como zarpaban los conquistadores, a por la dignidad. Y aunque han pagado un precio muy alto, con dignidad regresan, y a mí me resulta emocionante que durante un periodo hablemos más de ellos que de los altibajos de la Bolsa.

En segundo lugar, es obvio que estos particulares, estos individuos, esta gente admirable, han conseguido -y creo que en proporciones mucho más gigantescas de lo que pudieron imaginar cuando emprendieron su viaje- desenmascarar el verdadero rostro del Israel actual, por si a alguien le cupieron dudas. Cielos, si mediáticamente aquí solo les han defendido los medios que, llegado el momento, también defienden a los falangistas.

Como último beneficio, nos veo a nosotros mismos clamando con una claridad como no veíamos desde hacía eras contra ese bloqueo -que los judíos buenos consideran "inútil e inmoral"- y contra esa paranoia chulesca que por desgracia en demasiadas ocasiones ha sido consentida y justificada.

Y viva Turquía, dicho sea de paso.

Anónimo dijo...

La Flotilla de Hamas, por César VIDAL (escritor español)

Fue Al-Qurashi, el geoestratega principal de Al Qaida, el que definió la forma en que el terrorismo islámico ganará la guerra contra Occidente. En primer lugar, los terroristas actúan de manera dispersa lo que dificulta su derrota a manos de un Ejército convencional. En segundo, carecen de un poder democrático que fiscaliza sus acciones a diferencia de Occidente. Finalmente, los terroristas siempre cuentan con el apoyo de unos medios de comunicación occidentales que los presentan como luchadores por la libertad contra presuntas potencias imperialistas como Estados Unidos o Israel. Este último factor es decisivo –de «varias divisiones» lo calificó Al Qurashi– porque lleva a la opinión pública y a los gobiernos a terminar capitulando. El 23 de mayo, salió de Estambul una flotilla cuya finalidad era alcanzar Gaza, una zona a la que, según los organizadores, «el bloqueo israelí» ha llevado «a una situación de extrema pobreza». La flotilla fue despedida por miembros relevantes de los Hermanos musulmanes y de la organización terrorista Hamas. La realidad, sin embargo, es que en los últimos 18 meses ha entrado en la franja de Gaza un millón de toneladas de ayuda, es decir, cerca de una tonelada para cada uno de sus habitantes. De hecho, los suministros se adaptan a las necesidades propias de la población que surgen en determinadas festividades. Por ejemplo, durante el pasado ramadán 11.000 cabezas de ganado entraron en Gaza. Igualmente, y a pesar de las afirmaciones de la propaganda islámica que habla de apagones, lo cierto es que el 70% de la electricidad consumida en Gaza procede directamente de la red eléctrica israelí, mientras que sólo un 10% es generada por Egipto y algo menos del 20% se produce en la central de la propia Franja, cuyo combustible se introduce, por supuesto, a través de territorio israelí. En esta situación que en nada se parece a la de la propaganda islámica, la esperanza de vida de los habitantes de la franja de Gaza supera los 73 años, es decir, resulta superior a la de países de la UE como Estonia o Bulgaria. Igualmente, la tasa de mortalidad infantil es inferior a la de Jordania y Líbano. No era necesaria la flotilla, pero lo cierto es que nunca pretendieron sus organizadores otra cosa que provocar una reacción de Israel que volcara a los medios occidentales a favor del terrorismo islámico. Sabedores de que Israel no toleraría la entrada de armas ni terroristas en la Franja, el conflicto estaba servido y cuando se produjo, pocos medios quisieron ver la realidad de lo sucedido. Por el contrario, en editoriales, columnas y viñetas se lanzaron a condenar a Israel defendiendo de paso a Hamas, una organización que tortura y asesina a los palestinos, e indirectamente a Irán. Sabía Al Qurashi lo que se decía. Ciertos medios de comunicación occidentales con sus consignas antisemitas equivalen, sin llegar siquiera a saberlo, a «muchas divisiones» para el terrorismo islámico.

Alejandro Marcos Ortega dijo...

ufff es un tema tan dificil de solucionar....