miércoles, 25 de noviembre de 2009

Porque te quiero y eres mí@ te pego y te mato


Hoy se celebra el día mundial de lucha contra la violencia de género.

Poco más podemos decir (hasta el hartazgo), que el que ejerce violencia sobre otr@ le envilece como persona, merece nuestra absoluta repulsa y desprecio y que le caiga todo el peso de la ley.

Si hay amores que matan, ell@s te dirán: ¡no me quieras tanto pero respétame como persona!

jueves, 19 de noviembre de 2009

El triunfo de la mediocridad frente al idealismo


En estos tiempos en los que la mediocridad triunfa en todas las esferas sociales conviene recordar lo que escribió allá por 1913 el filósofo Giuseppe Ingegneri. En su ensayo “El hombre mediocre”, analizando la naturaleza humana, distingue entre el hombre mediocre y el idealista asociando la descripción de cada uno de ellos en relación a la historia, la sociedad y las ideas.

Para este filósofo los ideales, representan la consecuencia más grande de la acción de usar la mente, de pensar. Los ideales marcan el progreso. La mediocridad es la incapacidad de tener esos ideales. Es la excesiva prudencia de los mediocres la que paraliza las iniciativas de cambio más productivas.

El hombre mediocre es una persona incapaz de usar su imaginación para forjar ideales que le planteen un futuro por el cual luchar. Es una persona que se vuelve sumisa. Se convierte en parte de un rebaño o colectividad, a la que no le cuestiona las acciones, sino que sigue ciegamente. El hombre mediocre como es un ser sumiso, manejable, ignorante, sin personalidad; vive según las conveniencias. En su vida complaciente se vuelve vil y escéptico, un cobarde. Un hombre mediocre no acepta nuevas ideas, distintas a las que ya ha recibido por herencia.

El filósofo también caracteriza al hombre idealista. Lo expone como una persona capaz de usar su imaginación para crear ideales genuinos, seguir ilusiones y está en continua evolución porque se ajusta a las variaciones de la realidad. Es un ser único y original que no se deja someter por dogmas sociales ni morales, contribuye con sus ideales a la evolución social, es un hombre soñador, culto y entusiasta.

Sin los idealistas no habría progreso en una sociedad. El idealista tiene su propia verdad; no se mueve por juicios complacientes, el hombre idealista piensa por sí mismo.

Cogito ergo sum

viernes, 13 de noviembre de 2009

Del equilibrio entre trabajo y ocio… en busca de la felicidad.




Ahora que está de moda entre los neoliberales, para superar la crisis en su propio beneficio, lo del trabajo flexiseguro (reducir la jornada de trabajo a 4 horas y el resto con cargo al seguro de desempleo – nadie habla que con eso se tengan las necesidades básicas cubiertas); conviene recordar lo que el filósofo y Premio Nobel Bertrand Russell escribió en 1932:

Como casi toda mi generación, fui educado en el espíritu del refrán "La ociosidad es la madre de todos los vicios". Niño profundamente virtuoso, creí todo cuanto me dijeron, y adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta el momento actual. Pero, aunque mi conciencia haya controlado mis actos, mis opiniones han experimentado una revolución. Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormes daños y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente distinto de lo que siempre se ha predicado.
…………

La idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sido escandalosa para los ricos. En Inglaterra, a principios del siglo XIX, la jornada normal de trabajo de un hombre era de quince horas; los niños hacían la misma jornada algunas veces, y, por lo general, trabajarán doce horas al día. Cuando los entrometidos apuntaron que quizá tal cantidad de horas fuese excesiva, les dijeron que el trabajo aleja a los adultos de la bebida y a los niños del mal. Cuando yo era niño, poco después de que los trabajadores urbanos hubieran adquirido el voto, fueron establecidas por ley ciertas fiestas públicas, con gran indignación de las clases altas. Recuerdo haber oído a una anciana duquesa decir: "¿Para qué quieren las fiestas los pobres? Deberían trabajar". Hoy, las gentes son menos francas, pero el sentimiento persiste, y es la fuente de gran parte de nuestra confusión económica.
………

Si el asalariado Ordinario trabajase cuatro horas al día, alcanzaría para todos y no habría paro -dando por supuesta cierta muy moderada cantidad de organización sensata-. Esta idea escandaliza a los ricos porque están convencidos de que el pobre no sabría cómo emplear tanto tiempo libre.
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Cuando propongo que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro, no intento decir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en puras frivolidades. Quiero decir que cuatro horas de trabajo al día deberían dar derecho a un hombre a los artículos de primera necesidad y a las comodidades elementales en la vida, y que el resto de su tiempo debería ser de él para emplearlo como creyera conveniente. Es una parte esencial de cualquier sistema social de tal especie el que la educación va a más allá del punto que generalmente alcanza en la actualidad y se proponga, en parte, despertar aficiones que capaciten al hombre para usar con inteligencia su tiempo libre.
………….

En un mundo donde nadie sea obligado a trabajar más de cuatro horas al día, toda persona con curiosidad científica podrá satisfacerla, todo pintor podrá pintar sin morirse de hambre, no importa lo maravillosos que puedan ser sus cuadros. Los escritores jóvenes no se verán forzados a llamar la atención por medio de sensacionales chapucerías, hechas con miras a obtener la independencia económica que se necesita para las obras monumentales, y para las cuales, cuando por fin llega la oportunidad, habrán perdido el gusto y la capacidad. Los hombres que en su trabajo profesional se interesen por algún aspecto de la economía o de la administración, será capaz de desarrollar sus ideas sin el distanciamiento académico, que suele hacer aparecer carentes de realismo las obras de los economistas universitarios. Los médicos tendrán tiempo de aprender acerca de los progresos de la medicina; los maestros no lucharán desesperadamente para enseñar por métodos rutinarios cosas que aprendieron en su juventud y cuya falsedad puede haber sido demostrada en el intervalo.

Sobre todo, habrá felicidad y alegría de vivir, en lugar de nervios gastados, cansancio y dispepsia. El trabajo exigido bastará para hacer del ocio algo delicioso, pero no para producir agotamiento. Puesto que los hombres no estarán cansados en su tiempo libre, no querrán solamente distracciones pasivas e insípidas. Es probable que al menos un uno por ciento dedique el tiempo que no le consuma su trabajo profesional a tareas de algún interés público, y, puesto que no dependerá de tales tareas para ganarse la vida, su originalidad no se verá estorbada y no habrá necesidad de conformarse a las normas establecidas por los viejos eruditos. Pero no solamente en estos casos excepcionales se manifestarán las ventajas del ocio. Los hombres y las mujeres corrientes, al tener la oportunidad de una vida feliz, llegarán a ser más bondadosos y menos inoportunos, y menos inclinados a mirar a los demás con suspicacia. La afición a la guerra desaparecerá, en parte por la razón que antecede y en parte porque supone un largo y duro trabajo para todos. El buen carácter es, de todas las cualidades morales, la que más necesita el mundo, y el buen carácter es la consecuencia de la tranquilidad y la seguridad, no de una vida de ardua lucha.

Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, el exceso de trabajo para unos y la inanición para otros. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubiese máquinas; en esto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo necios para siempre”.

Bertrand Russell, Elogio de la Ociosidad. 1932. Premio Nobel

Setenta y siete años después nos hemos movido muy poco, a los de siempre no les conviene que los asalariados tengan tiempo libre en exceso (y cubiertas sus necesidades básicas) destinado al ocio más allá de lo necesario para rendir al día siguiente… no vaya a ser que se levanten del sofá y despierten del sueño de la razón.

lunes, 9 de noviembre de 2009

De crucifijos y otros símbolos religiosos


El Tribunal de Estrasburgo de Derechos Humanos acaba de dictar una sentencia histórica que declara los símbolos religiosos en los colegios una vulneración al derecho de libertad de conciencia ya que la exposición de símbolos religiosos obstaculiza el pluralismo educativo, esencial para las sociedades democráticas.

La sentencia es consecuencia de demanda de una mujer residente en Italia quien, en el año 2002, inició una batalla legal exigiendo la retirada de crucifijos del centro escolar donde estudiaba su hijo, por considerar que vulneraba sus derechos fundamentales.

De modo similar se pronunció en España El Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2 de Valladolid al dictar una sentencia que obliga al colegio público Macías Picavea a retirar los crucifijos de sus aulas y espacios comunes, después de que un grupo de padres así lo demandara desde 2005. El juez destaca en la sentencia, que el mantenimiento de los símbolos religiosos en este centro educativo conculcaría "derechos fundamentales" consagrados en los artículos 14 y 16.1 de la Constitución, referidos a la igualdad y la libertad de conciencia.

A pesar de la aconfesionalidad avalada por la Constitución española de 1978, la simbología religiosa sigue estando presente en los centros de enseñanza, contribuyendo al adoctrinamiento religioso e ideológico de los alumnos.

La Libertad de Pensamiento y de Creencias es uno de los derechos fundamentales que sustentan el respeto a la dignidad humana: es un derecho intrínseco a la condición humana.

¿Para cuándo una verdadera ley de libertad religiosa y aconfesionalidad del estado que desarrolle sin trabas la Constitución Española?

martes, 3 de noviembre de 2009

De los socialistas sedicentes… y (II)



Hay socialistas que practican la progresía de cara a la galería pero en política económica hacen pagar a los de siempre.

Hay socialistas auténticos, que defienden con valentía lo que piensan aunque se les tache de progres trasnochados por la derecha neoliberal. Hay socialistas sedicentes, como refleja el diccionario de la Academia: "Dicho de una persona que se da a sí misma tal o cuál nombre, sin convenirle el título o condición que se atribuye".

Hay socialistas que demandan la flexibilidad en el empleo para encarar la crisis pero que no renuncian a dietas, coche, chofer y pensiones de ex-ministros.

Hay socialistas que dicen ser laicos y propugnan la laicidad del estado, mientras acompañan procesiones y financian a la religión dominante con los presupuestos del estado.

Hay socialistas que lanzan grandes campañas en prevención sanitaria y como la crisis aprieta se cargan el Plan Nacional contra el SIDA dado que la enfermedad se ha cronificado y se puede luchar contra ello mediante buenas dosis de antirretrovirales; es decir, se opta por no gastar en prevención pero hinchamos los gastos en medicamentos (las farmacéuticas subiendo en bolsa).

Hay socialistas que vocean a los cuatro vientos que la subida de impuestos es progresista (la bajada también), que todos debemos arrimar el hombro para ayudar a los menos favorecidos, pero la subida de impuestos se carga sobre los asalariados mientras las grandes fortunas quedan a resguardo en sus bunkers (SICAVs) y paraísos fiscales.

Cada quién ponga nombre a cada una de estas posiciones.

domingo, 1 de noviembre de 2009

De los liberales sedicentes


Hay liberales que practican el liberalismo con los débiles e intervienen a favor de los poderosos


Hay liberales auténticos, que defienden con valentía lo que piensan aunque sea impopular, y lo practican. Hay liberales sedicentes, que se apropian de lo que dice de ese calificativo el diccionario de la Academia: "Dicho de una persona que se da a sí misma tal o cuál nombre, sin convenirle el título o condición que se atribuye".

Hay liberales que desde sus cátedras (trabajo fijo para toda la vida y pensión pública asegurada) demandan la libertad de despido o la flexibilidad en el empleo.
Hay liberales que ocupan instituciones en las que no creen a cambio de dietas, coche y chófer (y que cuando les toca dejarlas, presionan para ser reelegidos); generalmente son liberales sobrevenidos.
Hay liberales que predican la movilidad geográfica de los asalariados y que cuando cambian de una ciudad a otra la sede en la que trabajan, estallan en cólera.
Hay liberales que defienden intereses en sus artículos en los medios de comunicación, sin confesarlos. Hay liberales tolerantes consigo mismos y faltones con los demás.
Hay liberales que practican ese liberalismo con los débiles (por ejemplo, privatizando la sanidad o la educación) e intervienen sin escrúpulos ideológicos para defender sus intereses y los de los poderosos que les recompensan.
Hay liberales partidarios de la rebaja o la extinción de impuestos, pero los primeros gravámenes que hacen desaparecer son los del patrimonio y el de sucesiones y donaciones que, como se sabe, debían pagar más unos que otros.
Hagan el juego de poner nombre a cada una de estas posiciones.
Joaquín Estefanía. ELPAIS