jueves, 11 de junio de 2009

Trabajador mutilado, trabajador reciclado… a la basura.



Los ciudadanos españoles tenemos una alta concienciación en cuanto a la protección del medio ambiente, lo reciclamos todo. Los ayuntamientos para ayudarnos en esta labor (con fuertes multas por si nos falla la memoria) nos tiene dispuestos contenedores para reciclar vidrio, cartón, envases, pilas y basura orgánica.

A uno de nuestros empresarios, muy instruidos para cumplir debidamente las ordenanzas de medio ambiente (no tanto las laborales) hace una semana se le planteó el dilema de qué hacer con la pieza inutilizada de su trabajador sin papeles accidentado en su puesto de trabajo ilegal. ¿Lo hecho en el contenedor de embalajes o en el de basura orgánica? Meditando, meditando la máquina se iba desangrando…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro que están tranquilos los (ir)responsables de la panificadora... ¡Ellos le envían regularmente pan a Camps & Co.!! Además, un inmigrante con un brazo menos sólo puede pedir la mitazzz - hay que ver las cosas positivas, por el amor de ¿Dios?.

LABELIA dijo...

Alucinante, Felipe. Yo últimamente estoy que "lo flipo" El puñetero circo montado, las frases a cual más imbécil, los amiguitos del alma, etc... Parecen noticias de El Papus. Joer, como se le ocurre poner el brazo y ¿que coño! al contenedor, si señor, estos son los empresarios cabales que al país le hace falta, lee. Jopeta, estoy mosca.
Un abrazo solidario.

Anónimo dijo...

Cuerpo de Dios
By José Saramago

También le llaman Corpus Christi y es “día de precepto” para los católicos, además de festivo oficial. Todos los fieles deberán ir a misa (que sea “día de precepto” a tal obliga) para dar testimonio de la presencia real y substancial de Cristo en la hostia. Y nada de empezar con dudas acerca de la divina presencia en la pastilla ácima como le sucedió a un sacerdote llamado Pedro de Praga, en el siglo XIII, no vaya a ser que se repita el tremebundo milagro de ver la hostia transformarse en carne y sangre, no simbólicas, sino auténticas, y tener que llevar otra vez la sanguinolenta prueba en solemne procesión a la catedral de Oviedo, como complacientemente explica Wikipedia, fuente a que en este difícil trance tuve que recurrir. El mundo era interesantísimo en aquel tiempo. Hoy, el milagro de recuperar la economía y la banca pasa por imprimir millones de dólares a una velocidad de vértigo y ponerlos a circular, llenando así un vacío con otro vacío, o, con palabras menos arriesgadas, substituyendo la ausencia de valor por un valor meramente supuesto que solo durará lo que dure el consenso que lo admite.

Pero no era de la crisis de lo quería escribir. En todo caso, como ya se verá, la mención al Cuerpo de Dios no era gratuita ni simple pretexto para fáciles herejías, como así suelen ser las mías, según canónicas y contractadas opiniones. Hace algunos días, el 28 de Mayo para ser más exactos, un boliviano de 33 años, de nombre Fraans Rilles, emigrante “sin papeles” y sin contrato, que trabajaba en una panadería en Gandia (España), fue víctima de un grave accidente, una máquina de amasar le cortó el brazo izquierdo. Es cierto que los patrones tuvieron la caridad de llevarlo al hospital, pero lo dejaron a 200 metros de la puerta con una recomendación: “Si te preguntan, no digas nada de la empresa”. Como sería de esperar, los médicos pidieron el brazo para intentar reimplantarlo, pero tuvieron que desistir de la idea ante el mal estado en que se encontraba. Lo habían tirado a la basura.

Finalmente, no quería escribir sobre el Cuerpo de Dios. Como es habitual en mí, una cosa lleva a la otra, era del Cuerpo del Hombre del que en realidad pretendía hablar, ese cuerpo que, desde la primera mañana de los tiempos, viene siendo maltratado, torturado, despedazado, humillado y ofendido en su más elemental dignidad física, un cuerpo al que ahora se le ha arrancado un brazo y al que se le ordena que se calle para no perjudicar a la empresa. Espero que los fieles que hoy hayan acudido a misa y leído la noticia en el periódico dedicaran un pensamiento a la carne sufridora y la sangre derramada de este hombre. No pido que lo pongan en un altar. Solo pido que piensen en él y en tantos como él. Se dice que todos somos hijos de Dios. No es verdad, pero con esta falsedad se consuelan muchos. Dios no le sirvió a Fraans Rilles, víctima de la máquina de amasar pan y de la crueldad de la gente sin escrúpulos que explotaba su fuerza de trabajo. Así va el mundo y no habrá otro.